El ejercicio está inicialmente propuesto para aplicarse a auto-definiciones del yo (yo-como-contenido/yo conceptualizado).
Ejercicio: Mental Polarity (polaridad de la mente). Acceptance and commitment therapy : an experiential approach to behavior change / Steven C. Hayes, Kirk D. Strosahl, Kelly G. Wilson. 1999 The Guilford Press. pp. 189-190 (Traducción: Paula José Quintero)
El cliente muchas veces piensa que la terapia lo ayudará a eliminar creencias negativas y limitantes sobre sí mismo y lo va a ayudar a desarrollar auto-confianza. El terapeuta introducirá la idea de que podría no tratarse de la bondad o el perjuicio (lo acertado o lo incorrecto) de los pensamientos lo que constituye el problema, sino más bien el apego a la creencia en sí misma.
Al comienzo del ejercicio el terapeuta puede proveer ejemplos al cliente de modos en los que el apego (over-attachment) incluso a los pensamientos positivos puede cegar a una persona. Por ejemplo, aquellos que se apegan a la idea de que el mundo es un lugar lleno de bondades, son más propensos a ser presa de los inescrupulosos. Aquellos que están muy convencidos de la idea de ser buenos padres pueden estar ciegos a los modos en que podrían estar dañando a sus hijos. El terapeuta puede pedirle al cliente que examine sus propias experiencias y trate de encontrar situaciones en las que el apego excesivo tanto a ideas positivas como a ideas negativas ha sido problemático o destructivo en su vida.
Una manera experiencial de hacer esto es usando el ejercicio de polaridad de la mente. El cliente muchas veces no logra apreciar las poderosas propiedades dialécticas del lenguaje y el modo arbitrario en que esta característica puede afectar las conceptualizaciones de yo. El objetivo del ejercicio es que el cliente note que cualquier conceptualización positiva del self (de la identidad) define (lleva) automáticamente su opuesto y que ocurre lo mismo con cualquier conceptualización negativa del self. El punto es simplemente que la paz mental no es posible al nivel del contenido, y por lo tanto el apego al contenido de un pensamiento evaluativo producirá siempre inmediatamente una sensación de inquietud y amenaza.
Se solicita al cliente que cierre los ojos y se le pide que piense los pensamientos que el terapeuta le irá proponiendo y que preste atención a lo que ocurre en su mente. Se alienta al cliente a que intente creer 100% en esos pensamientos. El terapeuta comienza proponiendo pensamientos positivos y gradualmente los va haciendo más y más extremos. Por ejemplo: empieza con “soy una persona válida/valiosa” y progresa hasta “soy perfecto”. Se solicita al cliente que note que hace la mente con esa información. Luego se repite el mismo proceso con pensamientos negativos. Por ejemplo: empieza con “tengo fallas como persona” y progresa hasta “no valgo absolutamente nada; no hay nada de nada en mí que sea positivo”. De nuevo, se solicita al cliente que note qué ocurre en su mente. Luego, reflexionando junto al cliente sobre el ejercicio, se nota qué surgió, qué pensamientos fueron más difíciles (positivos o negativos), etc. Usualmente, cuánto más extremos son los pensamientos positivos, más resiste la mente con contenidos negativos y viceversa. El punto que se puede extraer es que no hay paz mental al nivel del contenido porque cada polo trae su opuesto. La paz mental tiene que ser buscada en otro lugar.